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por Charo Mejía Urrutia

Esto de contar… lo debo llevar en la sangre: de mi padre se decía que reeditaba la realidad y mi hermana siempre encontró mucho más interesante decir mentiras: “la verdad pura es aburrida… y cuando la digo, nadie me cree”; y mi hijo, antes de decir frases enteras, se excusaba de sus fechorías en historias muy bien elaboradas...

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El Duelo

Historia de la vida real, de una mujer que por distinto avatares vive etapas importantes en variados espacios, diferentes ciudades. Bogotá, Buenos Aires, Cali, Guayaquil y Quito son los escenarios.

Primeras páginas
Culantro, Perejil y otras yerbas venenosas

Trece historias de momentos en la vida de mujeres, dentro de nuestra cotidianidad, enfrentando el reto que significa vivir con las armas que nos han dado y que siempre consideraré insuficientes, en una sociedad que quiere cambiar, pero que no lo hace por sí misma.

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Relatos de Charo Mejía

Charo Mejía Urrutia

"Todo cambia
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo"
autor: Julio Numhauser

No he hecho mucho más que vivir. Empecé a hacerlo bajo la tutela de un hombre enorme y muy fuerte, tanto que desaparecía a los que estaban a su lado: mi padre, Don Mangolo Mejía Becerra. A quien amé irracionalmente. Bajo su sombra, ninguno de nosotros pudo escoger mucho, fuimos, durante el breve tiempo en que estuvo en nuestras vidas, lo que él quiso que fuéramos. Con excepción de mi hermano mayor, alma libre y rebelde… in-ajustable

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Esto de contar… lo debo llevar en la sangre: de mi padre se decía que reeditaba la realidad y mi hermana siempre encontró mucho más interesante decir mentiras: “la verdad pura es aburrida… y cuando la digo, nadie me cree”; y mi hijo, antes de decir frases enteras, se excusaba de sus fechorías en historias muy bien elaboradas. Sin mencionar a decenas de tíos, abuelos y tíos abuelos, que nos dejaron un legado muy importante de letras que aún reposan en las carpetas, etiquetadas y cuidadosamente ordenadas, que me dejó papá. Así que puede hablarse, en mi caso, de una enfermedad congénita.

Porque contar, creo, ha sido la actividad más importante en mi vida. Contar lo que veo, lo que me pasa, lo que debería pasar, lo que imagino que pasará. Contarme mi vida, mis recuerdos, mis planes. Siempre untándolo con mi esencia, mi rastro, mi versión.

Pero dicen que todos lo hacemos: nos narramos la vida, la historia, los amores; y eso nos hace escritores natos, pero unos nos sentamos y le damos forma y otros no lo comparten, no les es tan imprescindible que lo que se cuente llegue al otro. Creo que es esa necia necesidad de contar para ser escuchada la que me hace hacerlo a diario.

Y eso es todo lo que puedo decir para darles la bienvenidos a esta hemorragia de palabras que solo quiere, parafraseando a Neruda, explicar algunas cosas…

Papa Charo Mejia Empecé a hacerlo bajo la tutela de un hombre enorme y muy fuerte, tanto que desaparecía a los que estaban a su lado: mi padre, Don Mangolo Mejía Becerra. A quien amé irracionalmente. Bajo su sombra, ninguno de nosotros pudo escoger mucho, fuimos, durante el breve tiempo en que estuvo en nuestras vidas, lo que él quiso que fuéramos. Con excepción de mi hermano mayor, alma libre y rebelde… in-ajustable

Charo Mejia matrimonio papasNací el 22 de abril en 1958, (lo del día de la tierra fue después) por un accidente intencional, en Los Ángeles, California. Era la segunda hija de un segundo matrimonio de mi papá. Él y mi mamá, María Teresa Urrutia, una jovencita casi 20 años menor que él, se casaron, llenos de una irreverencia digna de la hoguera, en Cali, en la Colombia de 1955, con Concordato de por medio y todo. Lo tuvieron que hacer en el consulado ecuatoriano ya que este país, de donde era oriundo mi padre, gracias al General Alfaro, reconocía el divorcio previo de mi papá, por lo que en Colombia cualquier hijo del “maldito” matrimonio, era ilegitimo; así que, cada que mi mamá, por algún tipo de olvido, se embarazaba, iba con su panza a un país donde no se cuestionara su matrimonio. Aún para ellos el hijo bastardo no era de buen gusto.

Estuvimos en Bogotá por algunos años, mientras papa trabajaba como gerente de Ventas de la IBM; y después del nacimiento de mi hermana menor, Terezinha, nos fuimos a la cosmopolita Buenos Aires, Argentina, gracias a un traslado que le diera la IBM

Charo Mejia matrimonio papasEn Argentina nos iba muy bien. Nos llegó un nuevo miembro a la familia, un hermanito, un poco enfermo, pero bellísimo, un bebe en casa, un bebe de la vejez de mis padres: Vicentico; creo que éramos felices… hasta que descubrieron que mi papá era demasiado izquierdoso como para trabajar en una multinacional, así que tuvimos que regresar a Cali en el 1969; allí estudie mi bachillerato hasta que en el 74 viajé a Guayaquil, dejando atrás a los amigos de la adolescencia, casi hermanos.

Después todo empezó a correr: mi hermano mayor Alfredo, murió en una de sus escapadas. Poco tiempo después mi papá enfermó y también murió. No había plata, y lo que se conseguía no alcanzaba. Mi mamá lloraba, Vicentico jugaba por los rincones y Terezinha y yo dejamos los estudios y empezamos a trabaja. Con 19 y 18 años, un poco cansadas y con el ánimo de cambiar las cosas nos casamos. Mi hermana en Guayaquil y yo lo hice en Quito, con el mejor amigo que he tenido en mi vida.
Mi marido, hijo de alemanes, pero con un maravillo espíritu indígena, era viudo y tenía dos hijas chiquitas, así que empecé a hacer de mamá. Y a los 22 tenía mi primer/tercer hijo.

Charo Mejia matrimonio papasLa vida trascurrió mientras yo trataba de ser mamá, empleada eficiente, esposa mal humorada y todo lo demás que nos toca hacer en la vida.

Cuando los chicos empezaban a irse, cuando pensamos que tendríamos un poco de paz, a Carlos le dio cáncer al pulmón ─dando los sinceros agradecimientos a Malboro─ Y entonces empezamos a pelear con uñas y dientes, por dos muy largos e intenso años, hasta que en el 96, murió, con 43 años.

Charo Mejia matrimonio papasEl dolor fue inmensurable, pensé que no podía con el… pero, empecé a decírmelo todo, a contármelo, a revivirlo a repensarlo y así me di cuenta lo que quería hacer con mi vida era contar.
Sigo viviendo mientras observo, siento, experimento y vuelo a hacerlo cuando lo cuento.

“De nacionalidad ecuatoriana/norteamericana, Charo Mejía ha tenido desde niña una vida cosmopolita. Nace en la ciudad de Los Ángeles, California. A los dos meses de nacida se traslada con su madre a la ciudad de Bogotá, Colombia donde reside con su familia por cuatro años, hasta 1962, en que se trasladan a Argentina y retornar a Colombia, esta vez a la ciudad de Cali, en el 68, Desde el 74 hasta el 77 vive en Guayaquil año en el que viaja Quito por una mejor opción laboral.

Actualmente, Charo Mejía se desempeña como gerente general de una empresa de un importante empresa de turismo es además presidenta de la Asociación de Operadores Turísticos de Galápagos. Desde 1999 forma parte del taller de escritores de Editorial El Conejo en este año publicó su primer libro “El Duelo”.

La obra que nos presenta esta vez “Culantro, perejil y otras yerbas venenosas” es el segundo fruto de un intenso y sostenido trabajo en el Taller de Escritores de esta Editorial”

“Lo que asombra de Charo Mejía es su facilidad para contar historias amenas, rápidas de leer, pero, a la vez cargada de contenido, profundamente vívidas, cómo dichas al calor de una conversación familiar, o de amigos íntimos con quienes no tiene sentido guardar secretos.

Entre los cuentos de “Culantro, perejil y otras yerbas venenosas” hay piezas maestras del cuento breve como “Luto” llamado así, parafraseando su primer gran libro “El Duelo” —Publicado por El Conejo en 1999. ¿Se trata de una coincidencia? Mejor, de un complemento que muestra un artista distinta del amor humano interrumpido bruscamente.

Llama la atención también, el estilo de Charo Mejía, tan claro y contundente, tan hecho y colorido, tan pleno de ricas descripciones y detalles certeros. Un estilo que le anuncia ya como una de las nuevas y grandes escritoras ecuatorianas.”